Los últimos días de este ciclo 2018, inserto en otros ciclos, estacionales, el reciente solsticio el 21-12 o los religiosos/místicos, el 24-12, o los personales como un aniversario, un nacimiento o un fallecimiento.

En general asociamos ciclos colectivos a los individuales, y cada uno le dará una significación particular y focalizará en unos en detrimento de otros (por ejemplo: yo no le doy importancia al día de…o al cumpleaños, pero festejo tal evento) que le permita fijar hitos en ese algo tan inasible que es el periodo, el camino de la propia existencia.

Los ciclos son eso, algo que gira y vuelve a un punto en apariencia idéntico al punto de partida solo que ha cambiado el tiempo y el espacio, es el mismo, y al mismo tiempo totalmente diferente. No son líneas rectas interminables al infinito. La propia existencia es la prueba de ello. Cuando pensamos que un evento aparentemente menor, como haber subido a un vehículo o caminar por una zona puede ser LA gran diferencia entre la existencia o no, nos damos cuenta de la fragilidad de la propia existencia. Del absurdo, dirían los existencialistas.

Los antiguos romanos, escribían y repetían “Memento Mori”, recuerda que morirás, otra expresión «Tempus fugit», similarmente les decía que eso era porque el tiempo se iba, huía.

Para huir de esa idea angustiante nuestra mente nos hace vivir en la idea de un futuro eternamente posible y asi, podemos evitar concentrarnos en lo único, absolutamente único que tenemos y es el presente que como dice la palabra es lo que nos es dado, el pasado es sobre lo que apoyamos nuestra espalda. Esa negación del presente y en particular del mismo dentro de un contexto cíclico, permite no tener que ocuparse de la existencia y vivir en la posibilidad infinita de la potencialidad, mucho más atractiva pero absolutamente engañosa. Asi evitamos la carga de esa existencia que es por momentos una carga, y aligerarla con la fantasia…hasta que la realidad se impone bajo forma de evento que no hemos generado, sino que nos es impuesto.

Evitamos también saber que hay cosas, situaciones, líneas que ya no hay que tomar, y solo las mantenemos en nuestra fantasía pero era momento ya de dejarlas y manteniéndolas lo único que hacemos es ir contra el movimiento natural, los árboles pierden sus hojas y ramas, los animales su pelaje, solo nosotros creemos ser eternos y que podemos escapar a la época del otoño y el invierno, y así no va a florecer lo nuevo.

En la idea de la existencia como línea recta, sin períodos intermediarios, sin ritmo, en definitiva, la existencia es una sola nota o un solo sonido sin modulaciones y especialmente sin silencios, cambios de intensidad etc., una vida de un solo tono, monótona decimos habitualmente y de ello al tedio y a la pérdida de sentido y deseo.

El aceptar, entender, moverse, y vivir con esos ritmos que están constantemente desde dentro de nuestro cuerpo hasta en el cosmos, y armoniazar nuestra vida a ellos, nos permite asociarlo a algo mucho más grande y por ende encontrar sostén y sentido.

Los cierres implican inevitablemente esa pérdida, si son vistos linealmente, pero serán trasmutación si son vistos cíclicamente; el final de una relación, de un proyecto, de una ilusión, de una vida inclusive ocurre al mismo tiempo y lugar a veces que está pasando lo opuesto.

Ese es entre otros el sentido del cierre y la necesidad de festejarlo para honrar los estadios cíclicos, las etapas vitales y especialmente darle sentido a nuestra tan breve existencia.

Que tengan un gran fin de ciclo y eso implique todos los cambios y reposicionamientos para un excelente nuevo ciclo en este caso un nuevo año, 2019.

3 COMENTARIOS

  1. Cuan cierto y profundo!! Cerrar ciclos es soltar y soltar es atreverse al cambio. Gracias x compartir tu conocimiento y llevarnos a la reflexion!

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